Crecen las quejas de los aficionados por el trato desagradable, maleducado e irrespetuoso recibido en las oficinas del club.
Un club histórico que resurge. Una SD Compostela que vuelve al fútbol profesional con ganas e ilusión, y que busca volver a enganchar a la capital de Galicia. Un objetivo claro de conseguir el mayor número de socios posibles, con precios asequibles y descuentos para colectivos menos pudientes. Pero en medio, aparece un gran escollo imprevisto: las oficinas.
El simpatizante de la SD que se acerca a San Lázaro con la ilusión de sacarse el abono para ver al equipo de su corazón, vuelve de allí con una gran sensación de cabreo y malestar. Primero, porque después de acercarse hasta un punto tan alejado del centro de la ciudad, vuelve con las manos vacías. Con la liga ya empezada y no te dan el carnet en el momento, con suerte un resguardo para volver otro día. Pero eso no es ni mucho menos lo peor. Lo peor es la forma en que el aficionado es allí tratado, de una manera completamente descortés y despectiva.
El grado de indignación ha llegado incluso hasta los jugadores, que han mostrado su enfado en las redes sociales.
Es completamente inadmisible que el socio sea tratado con tan poco respeto. Yo mismo soy testigo de esta situación, ya que literalmente me cerraron la puerta en las narices media hora antes del horario de cierre diciéndome sin el más mínimo respeto ni educación que estaba cerrado. El carácter malhumorado y la zanganería de una persona no pueden ser jamás un obstáculo para que este club sea más grande. Si el Compostela no fuera más que una empresa y no una pasión y un sentimiento que se lleva dentro, sinceramente creo que la desbandada de socios sería descomunal.
Algo debería hacerse, porque es intolerable que la imagen institucional de un club tan grande quede dañada por esta cuestión